dijous, de febrer 12, 2009

Refundació de les Nacions Unides

El senyor Mayor Zaragoza va publicar al diari El País el passat 2 de febrer de 2009 aquesta carta on fa una proposta molt interessant de refundació de la ONU. A continuació, el texte íntegre d'aquesta proposta:

Urgente: refundación de las Naciones Unidas
El Presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, al finalizar la
Primera Guerra Mundial, decidió, en el mes de diciembre de 1918,
que el horror de la guerra que acababa de terminar no debería
volver a producirse,...

...y estableció, en el Convenio para la “paz
permanente”, la Sociedad de Naciones para “un nuevo orden
basado en el dominio de la ley fundada en el consentimiento de los
gobernados y apoyada por la opinión organizada de la humanidad”.
Por desgracia, prevaleció, debido a la presión de los productores de
armamento, el secular adagio que establece que “si quieres la paz,
prepara la guerra”.
Y llegó la Segunda Guerra Mundial, al término de la cual el
Presidente Franklin D. Roosevelt diseñó un sistema multilateral, las
Naciones Unidas, fundadas en San Francisco en 1945. El Sistema
de las Naciones Unidas comprende, para secundar las actividades
propias de la ONU, relativas a la seguridad internacional,
organizaciones especializadas en el trabajo (OIT), en la salud
(OMS), en la alimentación (FAO), en la educación, la ciencia y la
cultura (UNESCO)... junto a programas y fondos relativos al
desarrollo (PNUD), la infancia (UNICEF), etc.
Pero los Estados más fuertes y prósperos pronto comenzaron a
recelar del sistema de cooperación y coordinación internacional, y
sustituyeron por préstamos las ayudas al desarrollo, marginaron
progresivamente a las diversas instituciones del Sistema de
Naciones Unidas y, lo que es mucho más grave, sustituyeron los
valores que debían guiar la gobernación internacional (los
“principios democráticos” tan bien establecidos en la Constitución
de la UNESCO y en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos) por las leyes del mercado. Y los más ricos se asociaron
en grupos (G7, G8) sustituyendo la democracia que representa el
multilateralismo por una plutocracia, convirtiendo al Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (“para la
reconstrucción y el desarrollo”!) en instrumentos de sus políticas
económicas y estableciendo a la Organización Internacional del
Comercio (OIC), en los años noventa, directamente fuera del ámbito
del Sistema de las Naciones Unidas.
Al término de la Guerra Fría todo el mundo esperaba una reforma
profunda de las Naciones Unidas para la democratización de las
relaciones internacionales, y los “dividendos de la paz” para reducir
las asimetrías sociales y favorecer, por fin, el desarrollo endógeno
de los países más necesitados. No fue así y, desde el principio de la
década de los noventa, el predominio de los países más ricos ha
impuesto la “globalización” con la creación y aumento de grandes
consorcios empresariales multinacionales, limitándose el poder –y
hasta las responsabilidades!- de los Estados, con considerables
desgarros en el tejido social, fomentándose la aparición de caldos
de cultivo de frustración, radicalización y animadversión, que han
conducido frecuentemente al empleo de la violencia y a grandes
flujos de emigrantes desesperanzados. Como era previsible, han
arrastrado al mundo a una situación de crisis profunda en la que aparece como único asidero el mutlilateralismo para enderezar las tendencias actuales.
En consecuencia, es urgente una reunión Extraordinaria de la
Asamblea General de las Naciones Unidas para establecer los
principales criterios que podrían conducir a su renovación en
profundidad, dotándolas de la autoridad moral y política que son
imprescindibles para hacer frente a los grandes desafíos de nuestro
tiempo y de la capacidad de disponer de los recursos personales,
financieros, técnicos y, cuando fuera preciso, militares, para el
ejercicio de sus funciones a escala mundial. Funcionando de
manera bien coordinada, el conjunto del Sistema de las Naciones
Unidas permitiría la prevención de conflictos; la resolución pacífica
de los mismos, cuando se presentaran; el establecimiento,
mantenimiento y consolidación de la paz; el desarme; hacer frente
conjuntamente al terrorismo internacional y a la delincuencia
transnacional; ... al tiempo que se emplearía en resolver, como
consecuencia del diálogo y acuerdo a escala mundial, las grandes
cuestiones de las que depende, en su conjunto, la calidad de vida
de todos los habitantes de la tierra.
“Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas hemos resuelto
evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”. Así se
inicia la Carta de las Naciones Unidas. Esta formulación, bien
interpretada, no precisa cambio alguno. La representación, no
debería seguir siendo tan sólo de Estados –en contra de lo que
establece la Carta- sino que sería imprescindible que junto a los
mismos existieran representaciones de la sociedad civil
(organizaciones no gubernamentales, intergubernamentales, instituciones regionales, asociaciones de ciudades, empresariales, etc.).
En esa ONU refundada, el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial cumplirían, junto con la Organización Mundial del
Comercio -que ya sería institución propia del sistema- sus funciones
originales, para procurar el desarrollo global que podría, en pocos
años, mejorar sustancialmente el panorama a escala planetaria. El
Consejo de Seguridad constaría, como emanación directa de la
Asamblea General, con representantes permanentes y
proporcionalidad de influencia en la adopción de decisiones, pero
sin derecho al veto, para abordar los distintos temas principales:
seguridad humana, con la misión fundamental de “evitar la guerra”;
seguridad económica y social, propuesta hace tiempo por Jacques
Delors, con la revitalización del ECOSOC, que durante años ha
tratado casi exclusivamente temas económicos dando escasísimo
espacio a lo social; y seguridad medioambiental.
Sólo de este modo será posible, rápidamente, eliminar (llevando a
los transgresores ante los tribunales) los tráficos de toda índole (de
armas, de drogas, de capitales, de personas!), procediendo al cierre
inmediato de los paraísos fiscales, acción que sólo puede llevarse a
cabo con el respaldo de unas Naciones Unidas dotadas de la
autoridad y los medios apropiados. “No había medios” para el fondo
contra el Sida ni para la erradicación del hambre y la pobreza y, de
pronto, centenares de miles de millones para “rescatar” a los
mismos (personas e instituciones) que condujeron al mundo a la
dificilísima situación que atravesamos. Ahora corresponde
“rescatar” a la gente, empezando por la erradicación de la pobreza
mediante un gran Plan de Desarrollo Global.
La acción coordinada de las Naciones Unidas permitiría también la
disponibilidad de los recursos personales, técnicos y humanitarios
adecuados para asistir en las catástrofes naturales o producidas por
el hombre (a este respecto se ha propuesto la existencia de los
“cascos rojos” para desplazarse rápidamente a los lugares donde su
presencia sea más necesaria).
El denominado “derecho a la injerencia”, incluido cuando se habla
de “humanitaria”, no expresa acertadamente lo que debe
considerarse un deber de la Comunidad Internacional: evitar el
genocidio, el sufrimiento inacabable, la humillación, la tortura... . En
1996, propusimos, un grupo de trabajo de la UNESCO que incluía
a Bernard Kouchner y Karel Vasak, que los cascos azules se
“interpusieran” en dos situaciones: masiva y fehaciente violación de
los derechos humanos (casos de Cambodia y Ruanda) e
inexistencia de representación del Estado (como en Somalia,
fragmentado el poder entre “señores de la guerra”). Las Naciones
Unidas no pueden permitir en lo sucesivo escándalos de esta
naturaleza, que afectan gravemente a la conciencia colectiva.
Es preciso refundar unas Naciones Unidas que permitan, como
establecieron en 1945, tener en cuenta a las generaciones
venideras. Tener presentes, muy presentes –frente a quienes tratan
de subestimarlos e incluso denigrarlos- los movimientos juveniles de
1968 y los del año 2008 en Grecia. No son conflictos universitarios
sino sociales.
“Nosotros, los pueblos...” en lugar de “preparar la guerra” vamos a
construir la paz cotidianamente con nuestro comportamiento, con la
plena implicación de la sociedad civil que reclama, con urgencia,
garantías de pautas democráticas y eficientes a escala global.
Al nombrar a la señora Susan Rice como Embajadora ante las
Naciones Unidas, directamente bajo su autoridad, el Presidente
Obama ha querido claramente indicar su determinación de
favorecer el multilateralismo como una parte relevante de “el nuevo
amanecer”, según sus propias palabras, del pueblo norteamericano
y del mundo entero. ¡Juntos, podemos!.

Federico Mayor Zaragoza
Enero 2009

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